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Pérdida, Duelo y Acompañamiento


Cuando hablamos de duelo, generalmente tendemos a asociarlo con una pérdida física por defunción, pero no todas las pérdidas se producen por esa causa.

Una pérdida como su nombre indica se produce cuando por diferentes motivos nos vemos obligados a renunciar a la presencia de algo en nuestra vida y a sufrir por ello. Se producen en muchos ámbitos de la vida, como por ejemplo en la muerte, en un cambio de residencia, en el trabajo, afectivas, de salud, ideológicas, etc... y todas producen dolor. Un dolor que, aunque en ocasiones queramos negar, la herida emocional está presente y no cicatrizará hasta que la atendamos y la entendamos.

No todas las pérdidas son del mismo tipo, las hay repentinas, esas que no esperamos, que nos pillan por sorpresa y son las más traumáticas, como pueden ser por accidente, ataque al corazón, separaciones de pareja, etc.

Las esperadas, en las que hay un tiempo para poder digerir la situación venidera y no por ello menos dolorosas. Como son las causadas por procesos de enfermedad, jubilación, edad, etc.

Podemos encontrar también las no autorizadas, esas que socialmente no están reconocidas por la sociedad y que parece que no se entiende el dolor que causan, tales como abortos voluntarios o espontáneos, abusos con la pérdida de inocencia que eso supone, mascotas que mueren o desaparecen, suicidios, tendencias de género sexual, de identidad, etc.

Y las pérdidas deseadas que están causadas por situaciones que alteran o dificultan el día a día y que deseamos que finalicen, pero cuando esto ocurre nos sentimos culpables y tenemos remordimientos.

Todas ellas tienen un factor en común: producen dolor y sufrimiento. Esa herida interior, como cualquier herida exterior, hay que saber detectarla, tratarla, curarla y reconocerla, para que pueda cicatrizar y aceptar que ese proceso de duelo es el que toda pérdida requiere para sanar.

El duelo es un proceso de aceptación de la pérdida, es renunciar al sufrimiento y aceptar el dolor que se siente. El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Y no es fácil en muchas ocasiones llevarlo a cabo.

El estado emocional se resiente, hay bloqueo, miedo, frustración, tristeza, impotencia, inseguridad y un sinfín de emociones que pueden derivar en bajos estados anímicos, como depresión o enfermedades físicas. La persona que lo sufre se encuentra en un pozo sin poder ver salida alguna y posiblemente es el momento de buscar personas, herramientas y recursos necesarios para poder transitar ese proceso de duelo con acompañamiento y que sea más llevadero.

Cuando se habla de acompañar, no estamos hablando de ayudar, si no, de encontrar en nuestros propios recursos interiores la fortaleza que se necesita para superar la situación. Aceptando, eso sí, la huella que la cicatriz ha dejado y que nos recuerda que la vida es un camino de aprendizaje y, que cada minuto más que se vive es un minuto más que muere y que este justo momento es el real.


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