El Poder del Ritual
Cuando decidà venir a Barcelona a vivir, esta decisión fue producto de una pérdida, de un sentirme sola. Mi madre habÃa muerto y mis tres hermanos vivÃan muy lejos de mÃ, asà que decidà que habÃa una razón sagrada para salir de mi paÃs esa razón era mi única hija, quien habÃa decidido venir a hacer una nueva vida en Barcelona.
Ese año para el mes de marzo me llegó la noticia de que mi hermana habÃa desaparecido junto a su esposo y su cuñado, al principio pensaba que podÃa haber un error y luego cuando veÃa que pasaban los dÃas y no habÃa noticias, comenzaba a desesperarme y los pensamientos trágicos se apoderaban de mi.
En el fondo, sabÃa que algo habÃa pasado y por ello solo pensaba en que sonara el teléfono y que me dijeran que todo estaba bien, pero pasado tres meses de angustia y de despertar para mirar la hora y que ya hubiese amanecido en mi paÃs, sentÃ, que mi hermana no estaba ya en este plano, ese dÃa que acepte que no la verÃa más me dispuse a despedirme espiritualmente de ella, por ello, esa noche lloré y recé el rosario varias veces para darle a ella y a mi paz.
Tres meses después me avisaron que habÃan encontrado los huesos de mi hermana, cuñado y concuñado… los habÃan asesinado, nunca sabremos porqué, sobre todo en un paÃs como el mÃo donde la vida no vale nada.
Corroborar no solo el hecho de que hubiese muerto sino en la forma en que habÃa ocurrido me produjo un gran dolor… era extraño y devastador, mi pecho se quedaba sin respiración y mis piernas perdÃan fuerza… el dolor del alma hace eso… finalmente habÃamos recuperado su cuerpo, pero yo no pude asistir ni al funeral de mi madre ni al de mi hermana.
Al año siguiente, en diciembre, me llamaron mis sobrinas, preocupadas porque mi hermano no habÃa llegado a casa. Nunca, nunca habÃa dormido fuera de casa. Esa noche fue larga, debÃa esperar que amaneciera allá, y que mis sobrinas emprendieran la búsqueda. Mi hermano manejaba un taxi, y ellas, lo primero que hicieron fue ir a su trabajo, donde sus compañeros le señalaron que él habÃa recogido un cliente en la mañana del dÃa anterior pero que luego no lo vieron más. De allà se dirigieron a la policÃa, allà le informaron que estaba en la morgue, muerto, le habÃan disparado porque se resistió a entregar el coche. Al menos esa es la versión que me dieron.
Mi hermanito, a quien yo cuidaba porque era mayor que él porque asà aprendÃ, porque mi madre me decÃa que, si lo veÃa desprotegido y ella no estaba, que por favor lo apoyará… mi hermana siempre me defendÃa y me sostenÃa a mà y yo lo hacÃa con mi hermanito… ahora estaba muerto… aun cuando escribo esto, siento que mi corazón se aprieta un poquito… Lloré, morà un poquito más… lloré por todos, por mi madre, por mi hermana y por mi hermano. De mis hermanos por parte de madre y padre no me quedaba ninguno. Toda mi familia de origen habÃa muerto, solo me queda una hermana hija de mi madre a quien amo profundamente. No sabÃa qué hacer con tanto dolor. No tenÃa paÃs, no tenÃa un lugar en este nuevo paÃs, me habÃa quedado sin mi madre, sin mi hermana y ahora sin mi hermano.
Me encontraba haciendo el postgrado en Constelaciones Familiares en el Institut Integratiu y fue en ese espacio, donde me sostuvieron con amor y respeto, pude ver a mi hermana y sentir su paz guiada por la energÃa maravillosa de Miguel Doniz, pude llorar desgarradamente sostenida por mi grupo y por la sabidurÃa amorosa y vibrante de energÃa de Bernard… fui abrazada y amada por mis compañeras de curso quienes desde la espiritualidad más amorosa se pusieron al servicio de mi dolor que se transformaba en sanación, en abono para sostener a otros.
En las constelaciones pude mirar la vida… y pude ver a mis muertos a los recientes y a los anteriores… pero aún me faltaba algo… mi padre era indio, viene de los timotocuicas, etnia de Los Andes, mi bisabuela montaba a caballo a pelo y asÃ, con mi sangre de ritualista, sentÃa que eso no bastaba… yo necesitaba de mi ritual…
Mis compañeras me prepararon el ritual, pude ver sus ataúdes, con ellos muertos, pero habÃa un ataúd para mà también, vi a las personas sentadas levantarse en el tanatorio, para respetuosamente darme el pésame y llorar conmigo. Pude abrazar, sentir, llorar en los hombros de otros. Mi hija pudo también llorar, porque ella no se lo habÃa permitido antes, pensando que debÃa estar fuerte para sostenerme a mÃ. Eso lo supe luego. (No era su lugar, eso lo puedo contar en otro artÃculo)
Luego de llorar a cada uno, me acosté en mi tumba y morà con ellos, no supe cuanto tiempo, pero un silencio, si, un silencio sepulcral… fue un silencio de paz tranquilizador - por fin estaba con ellos… los sentÃ… los olÃ… los toqué… los besé, y pude decirles lo feliz que me habÃan hecho… no se cuento tiempo pasó lo que si se es que después, pude sentir que voces me llamaban suavemente, que me tocaban amorosamente, que tocaban mis pies, que untaban algo en mi frente que me llamaban con pequeños golpecitos en mi cuerpo pero no me llamaban al oÃdo, era como si yo estaba repartida en pedacitos y mi consciencia estuviera en mis manos y todo mi cuerpo era oÃdos que recibÃan el llamado…pasaron muchas cosas… el ritual se habÃa cumplido.
Al dÃa siguiente me desperté y lloré frente al espejo, mi hija me dijo, ayyy mamá ¡¡no puede ser!! ¿vamos a pasar de nuevo por esto? y yo le dije, no mi amor, lloro porque aún duele, pero es que hoy es la primera vez que sé que de verdad están muertos, que sé que, si regreso algún dÃa a mi paÃs, no los voy a encontrar esperándome…ya me siento en paz y sé que ellos también están en paz.
Los rituales para mi cultura son muy importantes, honrar a nuestros muertos y llorarlos en un espacio colectivo donde estén las personas que nos acompañan, nos da fuerza para continuar y para sentir que tenemos que vivir.