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Quiron- Arquetipo de Herido y Sanador La Leyenda

  • Foto del escritor: Associació Institut Privat Integratiu
    Associació Institut Privat Integratiu
  • 16 mar 2017
  • 3 Min. de lectura

Quiron cuando nació, su padre jamás lo supo y ni siquiera le importó. Su madre profirió un grito de espanto y lo rechazó apenas ver su monstruosa imagen, razón por la que los Dioses indignados, o apiadándose de ella, la transformaron en un bello Tilo cercano a la cueva en donde dio a luz, y que crece en las sombrías laderas del Monte Pelión, para llevar consuelo y serenidad a los hombres.

Quirón abandonado por sus padres, es adoptado por Apolo y Atenea, imágenes de la razón y del logos, y criado y educado por ellos. Razón por la cual, no se parece en nada su carácter al del resto de los Centauros. Es así que Quirón vive prácticamente en soledad, refugiado en la cueva que lo vio nacer, estudiando diversas artes y desarrollando muchos conocimientos. Fue astrólogo, matemático, experto cazador y maestro de armas, músico, filósofo y sabio de gran renombre. Tal era su valía, que la mayoría de los hijos de los dioses lo tuvieron por maestro y tutor, como así también los grandes héroes. Uno de sus discípulos predilectos fue Heracles (conocido también con el nombre de Hércules), quien es una figura relevante dentro de la historia del propio Quirón. Accidentalmente en una fiesta, un dardo suyo alcanzó a Quirón en una de sus patas (en una rodilla para ser más precisos), y Heracles, compungido, trató de detener sus efectos, pero ya era demasiado tarde, el pobre anciano se retorcía ante el dolor cada vez más agudo de su herida, la que hubiera acabado con la vida de cualquier mortal. Pero el sabio centauro era inmortal, con lo que solo consiguió tener una herida siempre doliente y que jamás sanaría. Debido a este desafortunado acto Quirón se transformó en maestro en el Arte de curar, ya que experimentó con cada cosa que existía tanto en el cielo como en la tierra con el fin de conseguir una cura, y trasladó, más tarde, dicho conocimiento a otro de sus discípulos llamado Asclepio, más conocido como Esculapio (Padre de la ciencia médica, según los Griegos), y también utilizó dichos conocimientos para curar a innumerables personajes de la antigüedad.


QUIRÓN COMO ARQUETIPO


Quirón representa las cosas que podemos hacer muy bien por los demás, pero que no somos capaces de hacer por nosotros mismos. También indica cualidades que otros perciben muy bien en nosotros, pero que nosotros no reconocemos, pese a lo mucho que podemos necesitarlas.


A través de su situación pueden analizarse tres fundamentales figuras inconscientes o que proyectamos sobre los demás: El herido, El heridor y El sanador o salvador.


Describe las pautas que han quedado sin resolver, actitudes que de forma continuada producen dolor, con cierto riesgo que la persona se obsesione por ideas, creencias o propósitos que oculten su dolor interno, intentando convencer a los demás de esas verdades para poder así convencerse a si misma. Quirón nos exigirá reconocer que estamos heridos como paso previo a la curación, subrayándonos la sabiduría inherente en nuestra propia psique.


Quirón muestra dónde es probable que realicemos con particular intensidad la búsqueda de nuestro chamán interno, de nuestra fuente interior de sabiduría, de fuerza y de energía, como medios de revelación personal y desintegración progresiva de estructuras arcaicas que limitan el crecimiento.


También puede señalar un ámbito de experiencia donde tengamos una dificultad especial, un bloqueo o una herida, un sector de nuestra vida que no funciona bien. El dolor y la frustración experimentada puede obligarnos a profundizar en nosotros mismos en búsqueda de nuestra sanación; dicho camino puede venir descrito por el signo natal de Quirón.


Una expresión positiva de Quirón nos indica dónde podemos realizar una aportación única e individual al proceso de evolución colectiva.


Quirón estimula el proceso de iniciación de la búsqueda, hacia el desarrollo del individuo sin sus dolores continuos, a través de un renacimiento psicológico y transformando para ello normalmente nuestros conceptos preestablecidos de la realidad. Cuando mayor es el dolor o el bloqueo, mayor será la experiencia Transpersonal que exige para la transmutación de las propias heridas, siendo la muerte el último término representativo de la regeneración exigida. Muerte que se nos exigirá dar en vida a dichos conceptos o actitudes que, pese al dolor que nos causa mantenerlas, nos resistimos a abandonarlas por el falso sentimiento de seguridad que nos aportan.


Todos los seres humanos somos modernos centauros, una polarización a resolver entre cuerpo y mente para llevar a buen puerto la construcción continua de nuestra deidad interior que constituye nuestro propio y verdadero ser. Todos tenemos algo que sanar en nosotros mismos, y no debemos olvidar que la sanación pasa por reconocer y trascender aquello de nuestro interior que nos hiere, como las actitudes mentales demasiado estrictas o encajonadas, que son solo pensamientos destructivos que limitan nuestra creatividad innata y nuestra más profunda capacidad de sentir.







 
 
 

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